La piel de conejo servía para forrar y usar de abrigo.
En el siglo X comienzan a llegar a Europa las primeras pieles procedentes de Siberia, que debieron revolucionar el floreciente comercio tradicional.
Bien entrado el siglo XIII las pieles se prohiben, los dominicanos lanzan una cruzada moral contra el fasto terrenal asocian a las pieles con brujas y con el Diablo, a quien algunos entendidos pueden reconocer con facilidad bajo el aspecto de uno de ellos: un macho cabrío, un perro o un gato negro. Ante el despiadado ataque de esta orden de proverbial rigidez, los animales de piel caen en desgracia.
En las noches de luna llena las hechiceras se convierten en zorras, lobas y hasta en gatas, si bien estas metamorfosis tienden a producirse en medios rurales. Las pieles quedan rigurosamente prohibidas a toda persona honrada, a todo buen cristiano. En esa época se quemaban a todos los perros y gatos con lo que las ratas crecieron y se multiplicaron por doquier.
Afortunadamente, la cruzada dominicana se vería frenada por otras, por las de verdad, pues los caballeros que parten a liberar el Santo Sepulcro de manos de los infieles se convierten, a su regreso, en grandes apologistas de las pieles. Introducen además especies nuevas, refinadas y muy caras, cuyo uso queda reservado a los nobles. Por el momento, los demás cristianos deberán conformarse con las pieles tradicionales: conejo, ardilla, cordero, cabra, liebre y curiosamente, gato montés. Ello obedece a que el gato casero correspondía a la sazón a la categoría de animales exóticos, pues se importaba de Oriente. En el Libro de los Oficios, aparecido en París en el siglo XIII, podemos ver que los emolumentos a percibir por las pieles de gato montés son muy inferiores a las que rigen para el gato privado o gato doméstico. Por otra parte, tanto en la zona musulmana, donde gozaba de prestigio y libertad, como en la cristiana, donde solía vivir encerrada en guetos, la comunidad judía estuvo desde siempre relacionada con la industria de la piel en todas sus facetas: tenerías y curtidurías, indumentaria, artes del libro y comercio.
Bueno, me he extendido un poco en la historia de la piel ya que me ha parecido curiosísima, pero existía la lana, la sarga más bien destinada a pobres y monjes, se utilizaba la tela e incluso la seda.
También existía el BUREL, una tejido más tosco y el que se viste con ella quiere parecer un villano.
Los juglares y los ministriles no era de extrañar que utilizaran las prendas a modo de moneda, es decir que pagaban con ellas.
El período almorávide supuso también otros avances técnicos como la aparición de un nuevo tipo de tejido denominado lampás o lampazo, similar en ciertas cosas al samito pues también tiene al menos dos urdimbres, una de ellas para unirla al fondo y otra para crear efecto ligando urdimbres decorativas con la de efecto consiguiendo un efecto de bajo relieve incluso en tejidos monocromos, en una especie de intento de stiacciato ghibertiano.
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